Pregunté sobre la prevención a uno de los mayores expertos en el estudio en el poder beneficioso- y dañino- de la mente, Irving Kirsch, psicólogo neoyorquino, director del Programa de Estudios del Placebo en Harvard. De su respuesta se destilaba que las expectativas que ponemos en la vida pueden contribuir a prevenir muchas dolencias. Kirsch lleva décadas estudiando el efecto placebo y cómo éste influye en la salud de las personas. Gracias a trabajos como el suyo, hoy sabemos que buena parte de lo que esperamos es lo que cuenta con relación a cómo nos encontramos. En dicho aspecto Kirsch coincide con Tali Sharot, psicóloga israelí afincada en Londres que constata con sus investigaciones que los humanos gozamos de un carácter optimista innato. En consonancia con Sharot, según Kirsch, nuestra manera de ver las cosas y cómo nos sentimos dependen en buena parte de lo que anticipamos, de lo que esperamos, de lo que creemos. Esta expectativa está en la base del efecto placebo- y del nocebo-. Las creencias optimistas y pesimistas de nuestro provenir condicionan el mismo. Que un medicamento funcione no solamente depende del principio activo, también está en juego la creencia del paciente sobre el efecto del fármaco. Lo corroboró Kirsch:” Sabemos, por ejemplo, que la morfina mitiga el dolor. Sin embargo, si el paciente no sabe que le están dando morfina, si se la administran por vía intravenosa sin decirle: “Ahora vamos a darte morfina”, ésta no resulta tan eficaz. Pierde la mitad de su eficacia. ¿Y esto qué significa? Pues que la mitad de la eficacia de la morfina como analgésico se debe a su composición química, pero la otra mitad tiene que ver con el cerebro, con la mente”.
El término “justicia social” ya es usado en 1853 por John Stuart Mill en su famoso libro Utilitarismo: “La sociedad debería tratar igualmente bien a los que se lo merecen, es decir, a los que se merecen absolutamente ser tratados igualmente. Este es el más elevado estándar abstracto de justicia social y distributiva”.
Mill imagina que las sociedades pueden ser virtuosas de la misma forma en que pueden ser los individuos. Sin embargo, la demanda por el término de “justicia social” no surgió hasta los tiempos modernos, en que sociedades más complejas están regidas por leyes impersonales aplicadas con la misma fuerza a todos por igual gracias “ al imperio de la ley”.
En el siglo XVI era difícil delimitar el ámbito de las ciencias naturales y el de la práctica alquímica o la reflexión mágico-astrológica. Durante el Renacimiento reaparecieron ideas neoplatónicas fusionadas con teorías precedentes de la cábala, la tradición hermética, la magia y la astrología.
Aunque parezca extraño algunas teorías de estas doctrinas influyeron en la creación de las ciencias modernas. Por ejemplo, el Dios que hace geometría del neopitagorismo, el culto neoplatónico y hermético al Sol o la noción neoplatónica de la armonía de las esferas.
Todas las disciplinas de esta época tenían su contrapartida ocultista, como afirman Reale y Antiseri: “no se puede negar el peso relevante que ejerció el pensamiento mágico-hermético incluso en los exponentes más representativos de la revolución científica”.
Leer más: MAGIA, ALQUIMIA Y ASTROLOGÍA EN LOS ORÍGENES DE LA CIENCIA MODERNA.
1. Tres generaciones de Derechos Humanos.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue aprobada el 10 de diciembre de 1948 por la asamblea general de las Naciones Unidas. En la actualidad se habla de tres generaciones de derechos humanos:
1. Los derechos de primera generación son los que exigieron los revolucionarios liberales de los siglos XVII y XVIII; son derechos civiles y políticos como libertad, seguridad, garantías procesales, el derecho al voto y a la propiedad.
2. Los derechos de segunda generación corresponden a las exigencias de los movimientos obreros: derechos económicos (protección contra el desempleo, salario digno o descanso), a la educación y al disfrute de los bienes culturales (sanidad y vivienda).
3. Los derechos de tercera generación han surgido debido a unos factores, por un lado, el cambio de valores de las sociedades y, por otro, la nueva organización nacional e internacional. Son, entre otros, el derecho a vivir en paz, a tener un medio ambiente no contaminado o el derecho al desarrollo de los pueblos que se encuentran en situaciones de atraso económico y cultural. También se engloban aquí los derechos de los niños, los derechos de los trabajadores emigrantes y los derechos de las minorías étnicas o religiosas.
2. Historia de los Derechos Humanos.
Se considera como un precedente de los Derechos Humanos la Carta Magna promulgada en 1215 por el rey inglés Ricardo “el Confesor”. En ella se establecían los límites del poder frente a los súbditos (“un hombre libre no puede ser detenido, ni encadenado, ni puesto fuera de la ley…”) y los juicios justos (“no vamos a ponerlo en cadenas si no es en virtud de un juicio según la ley del país”). Aunque este documento supuso un avance muy positivo, durante la Edad Media se continuó considerando la vida humana como algo con muy poco valor.
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